Recostado en su gran trono, rodeado de los más sabios del reino.
En el centro de aquella gran sala a contraluz se debatía el siguiente ataque.
La raza humana perdía la batalla,
después de años y años luchando y llevando la ventaja, ahora su imperio parecía
que empezaba a decaer. El monarca se empezaba a preguntar hasta dónde habían
llegado, cuántos territorios ya eran inservibles y carecían del valor que tenían
antes.
-Tan solo han sido dos guerras perdidas, en dos pueblos cercanos a
las colinas pardas de Lucafest. Majestad, permítame darle consejo. No centre su
atención en aldeas y preocúpese de las grandes ciudades que aún sostienen su
reino.
-Toda aldea cuenta, porque una ciudad sea grande no quiere decir
que no pueda corromperse.
-Más razón para protegerla con más atención.
- También, acuérdese de que avanzando un poco más hacia el sur,
podemos invadir una ciudad muy importante para esas criaturas.
Los consejeros seguían debatiendo, lo mismo cada día. Esta
aplastante rutina estratégica se repetía cada vez con más frecuencia. La idea
de recuperar Karshia se hacía imposible. Hacía muchísimo que los humanos habían
perdido el poder de los pocos cristales que habían encontrado. Sin embargo,
parecía que aquellos que se hacían llamar “los defensores de Karshia” los conservaban
y los mantenían en secreto. Seguramente, iban recogiendo todo pequeño
fragmento. De ser así, aún tenían oportunidades para apoderarse de los
cristales. Aunque su visión iba mucho más allá. Imaginaba que aquellos seres encontraban
el portal que los transportaría a Karshia. Entonces atacarían, a esos seres los
destinarían a vivir en Kormun y los humanos invadirían esas extensas tierras. Algo
llamó la atención del monarca. Un joven había entrado a la sala. De pronto se
hizo el silencio entre los sabios, y con un gesto de desaprobación lo miraron.
-Lord Urgeon, pensaba que los espías no eran bien recibidos en
estas reuniones.
El rey lanzó una mirada a su consejero, éste calló. Los consejeros
taparon sus estrategias expuestas con un gran mantel del color de la sangre.
-Adelante.-Otorgó permiso al joven para hablar.
-Perdonad el atrevimiento majestad, pero hemos registrado altas
frecuencias de poder mágico cerca de las fronteras.
-¿Frecuencias de poder mágico?-Intervino otro consejero.- ¡Eso es
imposible!
-La última vez fue hace diez años…No es tan imposible.
-Eso quiere decir que…-Comentó otro consejero con un gesto muy
preocupado.
-Se ha vuelto a abrir un portal.-Concluyó el joven.
Se produjo un revuelo de comentarios por lo bajo hasta que Urgeon
con un gesto hizo el silencio. Todos esperaban las palabras de su monarca tras
aquella noticia que había sobresaltado hasta al consejero más incrédulo.
-Habrá que mandar a un grupo especializado para que inspeccionen
la franja donde ha sucedido.
-Pero majestad, las aldeas…
-Las aldeas pueden esperar. Si lográsemos encontrar el portal que
nos comunica con la Tierra, podríamos traer un ejército legendario. Tú niño,
envía la orden al general Fisner. Ah…
Hizo una pausa, mientras hizo un gesto para que un sirviente de
confianza se aproximase para servirle una copa de vino.
-Esta vez, nos haremos pasar por ese “Frente Celeste”. De ese
modo, los traeremos de forma pacífica. Cuando los tenga, quiero noticias.
El niño asintió con la cabeza y desapareció pidiendo disculpas por
la molesta entrada. Urgeon tomó su suculenta copa y después de sonreír
satisfecho bebió de su copa celebrando aquel hallazgo.
*
-¡Majestad! ¡Majestad!-Exclamó el ser
alado del tamaño de un guisante.
-¿Qué sucede?-Quiso saber con una voz
pausada y elegante.
-¡Se ha vuelto a abrir un portal desde
la tierra!
Los ojos de la elfa se abrieron, una
pizca de ilusión se podía apreciar en el brillo que desprendían.
-Imposible…-Comentó una de las ninfas
que estaban peinándola cautelosamente.
-La última vez fue hace diez años…Y
todos sabemos lo que pasó.-Añadió otra ninfa con gesto de preocupación.
-Mantened la calma ninfas.-Tranquilizó
con voz celestial.-Dime pequeño mensajero, ¿Dónde ha sido esta vez? ¿Ha sido
más intensa?
-Muchísimo más mi señora. Esta vez la
potencia ha sido mayor, quien abriese el portal sabía lo que hacía y manejaba
bien los fragmentos. Esta vez, se han registrado a lo lejos de la frontera con
los humanos.
-¿Y si son más humanos? ¿Habrán
descubierto los humanos el modo de abrir los portales?-Intervino una ninfa.
-Puede que sean de los
nuestros.-Propuso otra ninfa con un hilo de esperanza.
La elfa mantuvo la compostura. Se
mantuvo pensativa. Los cristales de Karshia eran muy valiosos, y por el momento
no había otra forma de viajar hasta Kormun desde la tierra. Necesitaban todos
los cristales, por suerte, al ser seres mágicos les resultaba mucho más fácil
encontrarlos. Sin embargo, los humanos tenían una aliada muy valiosa; la
tecnología. Era destructiva, y no tenía corazón. Pero a la vez útil y con
funciones inimaginables. Era un gran obstáculo, pero aún mantenían ventajas con
los humanos. Tenían muchos fragmentos de Karshia, bien guardados. Quizás dentro
de unos años lograsen encontrar la forma de llegar a la tierra y encontrar el
resto. De ser así, ya tendrían la esfera completa.
-No podemos arriesgarnos, enviaremos
un equipo de exploradores. Los mejores. Que no se acerquen a ellos. La orden es
ver, escuchar e informar. Si necesitáramos actuar, serán informados.-Concluyó
con gran sabiduría en sus palabras.-Esta vez tendremos más cautela.
-Si así lo deseáis, así se hará.-Hizo
una pausa.- Lady Saenerys.
Hizo una leve reverencia y se marchó
por dónde había entrado.
-¿Cree que esta vez nos sonreirá la
suerte?-Preguntó una de las ninfas. Las demás callaron esperando la misma
respuesta.
-Paciencia pequeñas ninfas, las
guerras no se ganan en un día. Tenemos un gran equipo de exploradores,
preparados para cualquier cosa. No debemos temer de nada.
Las ninfas sonrieron y continuaron su
labor de peinar sus largos hilos azulados, de decorarlo con flores y hojas de
los bosques más bonitos y de perfumarlo con selectos aromas.
*
Protegiendo el último tramo de terreno
que les pertenece, el frente Celeste examina sus últimas reservas de comida. De
pronto, un gran pitido insoportable resuena en aquella destartalada base.
-Hey, he detectado algo.-Dijo
sosteniendo un gran artilugio pesado en las manos.
-Deja ese trasto ya Max, no nos
llevará a ninguna parte.-Seguidamente pegó un bufido.
-De verdad que esta vez sí, ¡y está
cerca!-Exclamó emocionado.-¡Mira Rea!
-Hazle caso, o estará así todo el
día.-Mustió un ser voluminosamente musculoso.
-¿Quieres parar ya eso?-Protestó otro
ser muy peludo, que estaba tumbado descansando.
Rea aceptó resignada, miró la pantalla
destartalada con las coordenadas y las indicaciones. De pronto su mirada
cambió.
-Joder pues es verdad…Eh chicos, que
hemos pillado carnaza. Esta vez la energía es fuerte que te
cagas.-Afirmó.-Lucas, Meff, deberíais verlo.
Ambos seres se aproximaron y
observaron detenidamente la pantalla.
-Deben de haberlos detectado ya en
ambos reinos. Olvidaros.-Mustió Lucas tumbándose de nuevo en la cama
improvisada.
-¿Estás majara? ¡Les llevamos mucha
más ventaja a los dos bandos juntos!
-Lucas, tienen razón. Vamos a ver
aunque sea, el frente Celeste necesita reclutas…-admitió Meff.
-Y comida. Anda, vamos a ver qué
hay.-Concluyó Max.
-¿De verdad me voy a quitar horas de
cama por unos cristalitos que han abierto un portal de mier…?
Rea le lanzó una lata vacía a la
cabeza. Lucas se quejó de dolor y se levantó de un salto.
-Menos gandulear, y más ayudar. Venga,
no nos interesa perder ventaja.-Replicó Rea.
-Sí capitana.-Dijeron todos los demás
al unísono.
*
Abrí lentamente los ojos esperando encontrarme en un gran paisaje,
y lo que era más importante, en el frente Celeste. A mi lado estaba la lechuza,
ladeando la cabeza. Parecía que estaba oculta en algún sitio oscuro e
inhóspito. Busqué a Alice con la mirada, pero no la encontré. Definitivamente
estaba en una cueva, y arriba, había una grieta que me permitiría mirar hacia
el exterior. Subiéndome a un par de
rocas alcancé la grieta. No me atreví a salir de ahí, solo a mirar desde el
interior. Había mucho ruido a fuera. Sentía pisadas. Y ahí la vi. Un grupo de
humanos en grupo tenían a Alice.
-Con que una sirena…Pensaba que estabais desaparecidas.-Dijo un
hombre musculoso y con una armadura pesada.-Siempre había soñado con
encontrarme con una.
Soltaron unas risotadas y la agarraron.
-¿Sois del frente celeste, verdad?-Preguntó preocupada.
-Claro, te llevaremos a nuestra base secreta. Estás débil, y no
puedes andar con esa cola. Déjanos llevarte en nuestros caballos. Luego te
pondremos a salvo.
-Pero, ¿y Alex?-Preguntó preocupada. Sentí como una punzada en el
corazón.
-¿Vienes acompañada? ¿Dónde está tu acompañante?
-No sé…al despertar no estaba conmigo, yo…
-Entonces no llegó viva del viaje, lo sentimos mucho.-Entonces a
Alice se le llenaron los ojos de lágrimas. Quise salir de allí, acudir a su
encuentro. Sin embargo una fuerza tiró de mí hacia atrás. Y cuando intenté
gritar, era como si me hubiese quedado muda. Miré a la lechuza y asintió con la
cabeza. Volví a dirigir la mirada hacia fuera.
Se la estaban llevando muy lejos. Demasiado lejos. Decían ser del
frente celeste, yo quería ir con ellos. Pero por alguna razón aquella lechuza, al
parecer con poderes mágicos, no quería que fuese con ella. Me pregunté si llevaría
su cristal. Hubo un momento en el que ya no la veía.
No tardó mucho en aparecer otro grupo, esta vez eran seres
totalmente de ficción. Mis ojos maravillaron ante ese hallazgo. Parecieron
decir algo en un idioma que, gracias al cristal, podía entender.
-Demasiado tarde, era una sirena.
-Intentaremos emboscar antes de que lleguen a la frontera. Órdenes
directas de nuestra señora.
-De acuerdo, sigámosla.
Estaba segura de que eran defensores de Karshia. ¿Iban a emboscar
para rescatar a Alice de los del frente celeste? Sin darme cuenta se marcharon.
Ya estaban muy lejos.
Por fin, recobré el habla.
-Oye Piquito, ¿Qué diablos te pasaba?-Exclamé enfadada.-Se han
llevado a Alice, ¿Ahora cómo la rescatamos? Van a emboscarla y no tenemos ni idea
de donde están.
Entonces salimos de la cueva, y pude ver mejor el terreno que pisaba.
Era rocoso, hostil y triste. No era como me habría imaginado. Quizás esperaba
un poco más de verde, árboles con formas extrañas y animales correteando en
total libertad. Pero no era así.
Me preocupaba Alice, pero no sabía qué hacer. Rebusqué en mis
bolsillos y encontré su cristal, ahora sí que estaba alarmada. Y la mochila con
todo lo que nos hacía falta la tenía yo. Ella era una sirena, estaba por tierra
y no por mar. Me maldije por no haberla defendido o haber podido hacer algo.
Justo cuando iba a maldecir a Piquito, un ser peludo se abalanzó sobre mí, chafándome
contra el suelo.
-¡La tengo! ¡La tengo!
-Buen trabajo Lucas.-Dijo una voz femenina.-Pero no queremos
matarla, solo que se una a nosotros. La necesitamos viva.
La gran bestia se apartó y me ofreció ayuda para levantarme. Era
peluda, andaba a dos patas. Era delgada. Tenía un cuerno en la frente y motas
alrededor de la cara. La faz no era peluda, incluso parecía muy humana. Era un
cuerpo muy alargado y estilizado.
La mujer era humana, tendría unos treinta y muchos pero se cuidaba
bien. Tenía el pelo corto y liso. Los acompañaban otros dos. Un humano más
panzudo y viejo, y otra criatura más musculosa. Esa criatura parecía tener
mucho entrecejo, andaba un encorvado, casi a cuatro patas. Su piel era de un
tono grisáceo. Tenía unos ojos muy verdes.
-Somos el frente Celeste. Bienvenida a Kormun.