martes, 2 de abril de 2013

8. La esperada llegada.



Recostado en su gran trono, rodeado de los más sabios del reino. En el centro de aquella gran sala a contraluz se debatía el siguiente ataque. La raza humana perdía  la batalla, después de años y años luchando y llevando la ventaja, ahora su imperio parecía que empezaba a decaer. El monarca se empezaba a preguntar hasta dónde habían llegado, cuántos territorios ya eran inservibles y carecían del valor que tenían antes.
-Tan solo han sido dos guerras perdidas, en dos pueblos cercanos a las colinas pardas de Lucafest. Majestad, permítame darle consejo. No centre su atención en aldeas y preocúpese de las grandes ciudades que aún sostienen su reino.
-Toda aldea cuenta, porque una ciudad sea grande no quiere decir que no pueda corromperse.
-Más razón para protegerla con más atención.
- También, acuérdese de que avanzando un poco más hacia el sur, podemos invadir una ciudad muy importante para esas criaturas.
Los consejeros seguían debatiendo, lo mismo cada día. Esta aplastante rutina estratégica se repetía cada vez con más frecuencia. La idea de recuperar Karshia se hacía imposible. Hacía muchísimo que los humanos habían perdido el poder de los pocos cristales que habían encontrado. Sin embargo, parecía que aquellos que se hacían llamar “los defensores de Karshia” los conservaban y los mantenían en secreto. Seguramente, iban recogiendo todo pequeño fragmento. De ser así, aún tenían oportunidades para apoderarse de los cristales. Aunque su visión iba mucho más allá. Imaginaba que aquellos seres encontraban el portal que los transportaría a Karshia. Entonces atacarían, a esos seres los destinarían a vivir en Kormun y los humanos invadirían esas extensas tierras. Algo llamó la atención del monarca. Un joven había entrado a la sala. De pronto se hizo el silencio entre los sabios, y con un gesto de desaprobación lo miraron.
-Lord Urgeon, pensaba que los espías no eran bien recibidos en estas reuniones.
El rey lanzó una mirada a su consejero, éste calló. Los consejeros taparon sus estrategias expuestas con un gran mantel del color de la sangre.
-Adelante.-Otorgó permiso al joven para hablar.
-Perdonad el atrevimiento majestad, pero hemos registrado altas frecuencias de poder mágico cerca de las fronteras.
-¿Frecuencias de poder mágico?-Intervino otro consejero.- ¡Eso es imposible!
-La última vez fue hace diez años…No es tan imposible.
-Eso quiere decir que…-Comentó otro consejero con un gesto muy preocupado.
-Se ha vuelto a abrir un portal.-Concluyó el joven.
Se produjo un revuelo de comentarios por lo bajo hasta que Urgeon con un gesto hizo el silencio. Todos esperaban las palabras de su monarca tras aquella noticia que había sobresaltado hasta al consejero más incrédulo.
-Habrá que mandar a un grupo especializado para que inspeccionen la franja donde ha sucedido.
-Pero majestad, las aldeas…
-Las aldeas pueden esperar. Si lográsemos encontrar el portal que nos comunica con la Tierra, podríamos traer un ejército legendario. Tú niño, envía la orden al general Fisner. Ah…
Hizo una pausa, mientras hizo un gesto para que un sirviente de confianza se aproximase para servirle una copa de vino.
-Esta vez, nos haremos pasar por ese “Frente Celeste”. De ese modo, los traeremos de forma pacífica. Cuando los tenga, quiero noticias.
El niño asintió con la cabeza y desapareció pidiendo disculpas por la molesta entrada. Urgeon tomó su suculenta copa y después de sonreír satisfecho bebió de su copa celebrando aquel hallazgo.


*


Un gran palacio en lo alto de un terreno montañoso, abrazado y protegido por árboles milenarios de tamaños vertiginosos. Los hipogrifos sobrevolaban las tierras inaccesibles por humanos. Mirase por dónde se mirase, era un reino decorado por unos paisajes de ensueño. Sus habitantes extraordinarios, eran muy variados y distintos, y sin embargo se unían con fuerza para mantener el poco equilibrio que quedaba sobre Kormun. Allá en el gran castillo blanquecino, una elfa alta de cabellos azulados finos, cuidadosamente peinados, rezaba por la prosperidad de su reino. Sin embargo, para ello, había sido necesarias muchas batallas contra aquellos usurpadores que llegaron a Karshia y más tarde a Kormun. Su tez blanca y delicada mostraba inseguridad y desolación. Cuando miraba por su pequeña bola de cristal los terrenos que antaño eran fértiles y bellos. Ya no eran así, ahora, eran cenizas de batallas por la codicia. Aunque los defensores de Karshia no buscaban la codicia. Tan solo una paz que jamás llegaría con los humanos aún en vida. Un mensajero que entró por la puerta con una gran noticia.

-¡Majestad! ¡Majestad!-Exclamó el ser alado del tamaño de un guisante.

-¿Qué sucede?-Quiso saber con una voz pausada y elegante.

-¡Se ha vuelto a abrir un portal desde la tierra!

Los ojos de la elfa se abrieron, una pizca de ilusión se podía apreciar en el brillo que desprendían.

-Imposible…-Comentó una de las ninfas que estaban peinándola cautelosamente.

-La última vez fue hace diez años…Y todos sabemos lo que pasó.-Añadió otra ninfa con gesto de preocupación.

-Mantened la calma ninfas.-Tranquilizó con voz celestial.-Dime pequeño mensajero, ¿Dónde ha sido esta vez? ¿Ha sido más intensa?

-Muchísimo más mi señora. Esta vez la potencia ha sido mayor, quien abriese el portal sabía lo que hacía y manejaba bien los fragmentos. Esta vez, se han registrado a lo lejos de la frontera con los humanos.

-¿Y si son más humanos? ¿Habrán descubierto los humanos el modo de abrir los portales?-Intervino una ninfa.
-Puede que sean de los nuestros.-Propuso otra ninfa con un hilo de esperanza.

La elfa mantuvo la compostura. Se mantuvo pensativa. Los cristales de Karshia eran muy valiosos, y por el momento no había otra forma de viajar hasta Kormun desde la tierra. Necesitaban todos los cristales, por suerte, al ser seres mágicos les resultaba mucho más fácil encontrarlos. Sin embargo, los humanos tenían una aliada muy valiosa; la tecnología. Era destructiva, y no tenía corazón. Pero a la vez útil y con funciones inimaginables. Era un gran obstáculo, pero aún mantenían ventajas con los humanos. Tenían muchos fragmentos de Karshia, bien guardados. Quizás dentro de unos años lograsen encontrar la forma de llegar a la tierra y encontrar el resto. De ser así, ya tendrían la esfera completa.

-No podemos arriesgarnos, enviaremos un equipo de exploradores. Los mejores. Que no se acerquen a ellos. La orden es ver, escuchar e informar. Si necesitáramos actuar, serán informados.-Concluyó con gran sabiduría en sus palabras.-Esta vez tendremos más cautela.

-Si así lo deseáis, así se hará.-Hizo una pausa.- Lady Saenerys.

Hizo una leve reverencia y se marchó por dónde había entrado.

-¿Cree que esta vez nos sonreirá la suerte?-Preguntó una de las ninfas. Las demás callaron esperando la misma respuesta.

-Paciencia pequeñas ninfas, las guerras no se ganan en un día. Tenemos un gran equipo de exploradores, preparados para cualquier cosa. No debemos temer de nada.

Las ninfas sonrieron y continuaron su labor de peinar sus largos hilos azulados, de decorarlo con flores y hojas de los bosques más bonitos y de perfumarlo con selectos aromas.




 *



Protegiendo el último tramo de terreno que les pertenece, el frente Celeste examina sus últimas reservas de comida. De pronto, un gran pitido insoportable resuena en aquella destartalada base.

-Hey, he detectado algo.-Dijo sosteniendo un gran artilugio pesado en las manos.

-Deja ese trasto ya Max, no nos llevará a ninguna parte.-Seguidamente pegó un bufido.

-De verdad que esta vez sí, ¡y está cerca!-Exclamó emocionado.-¡Mira Rea!

-Hazle caso, o estará así todo el día.-Mustió un ser voluminosamente musculoso.

-¿Quieres parar ya eso?-Protestó otro ser muy peludo, que estaba tumbado descansando.

Rea aceptó resignada, miró la pantalla destartalada con las coordenadas y las indicaciones. De pronto su mirada cambió.

-Joder pues es verdad…Eh chicos, que hemos pillado carnaza. Esta vez la energía es fuerte que te cagas.-Afirmó.-Lucas, Meff, deberíais verlo.

Ambos seres se aproximaron y observaron detenidamente la pantalla.

-Deben de haberlos detectado ya en ambos reinos. Olvidaros.-Mustió Lucas tumbándose de nuevo en la cama improvisada.

-¿Estás majara? ¡Les llevamos mucha más ventaja a los dos bandos juntos!

-Lucas, tienen razón. Vamos a ver aunque sea, el frente Celeste necesita reclutas…-admitió Meff.

-Y comida. Anda, vamos a ver qué hay.-Concluyó Max.

-¿De verdad me voy a quitar horas de cama por unos cristalitos que han abierto un portal de mier…?

Rea le lanzó una lata vacía a la cabeza. Lucas se quejó de dolor y se levantó de un salto.

-Menos gandulear, y más ayudar. Venga, no nos interesa perder ventaja.-Replicó Rea.

-Sí capitana.-Dijeron todos los demás al unísono.



*


Abrí lentamente los ojos esperando encontrarme en un gran paisaje, y lo que era más importante, en el frente Celeste. A mi lado estaba la lechuza, ladeando la cabeza. Parecía que estaba oculta en algún sitio oscuro e inhóspito. Busqué a Alice con la mirada, pero no la encontré. Definitivamente estaba en una cueva, y arriba, había una grieta que me permitiría mirar hacia el exterior.  Subiéndome a un par de rocas alcancé la grieta. No me atreví a salir de ahí, solo a mirar desde el interior. Había mucho ruido a fuera. Sentía pisadas. Y ahí la vi. Un grupo de humanos en grupo tenían a Alice.
-Con que una sirena…Pensaba que estabais desaparecidas.-Dijo un hombre musculoso y con una armadura pesada.-Siempre había soñado con encontrarme con una.
Soltaron unas risotadas y la agarraron.
-¿Sois del frente celeste, verdad?-Preguntó preocupada.
-Claro, te llevaremos a nuestra base secreta. Estás débil, y no puedes andar con esa cola. Déjanos llevarte en nuestros caballos. Luego te pondremos a salvo.
-Pero, ¿y Alex?-Preguntó preocupada. Sentí como una punzada en el corazón.
-¿Vienes acompañada? ¿Dónde está tu acompañante?
-No sé…al despertar no estaba conmigo, yo…
-Entonces no llegó viva del viaje, lo sentimos mucho.-Entonces a Alice se le llenaron los ojos de lágrimas. Quise salir de allí, acudir a su encuentro. Sin embargo una fuerza tiró de mí hacia atrás. Y cuando intenté gritar, era como si me hubiese quedado muda. Miré a la lechuza y asintió con la cabeza. Volví a dirigir la mirada hacia fuera.
Se la estaban llevando muy lejos. Demasiado lejos. Decían ser del frente celeste, yo quería ir con ellos. Pero por alguna razón aquella lechuza, al parecer con poderes mágicos, no quería que fuese con ella. Me pregunté si llevaría su cristal. Hubo un momento en el que ya no la veía.
No tardó mucho en aparecer otro grupo, esta vez eran seres totalmente de ficción. Mis ojos maravillaron ante ese hallazgo. Parecieron decir algo en un idioma que, gracias al cristal, podía entender.
-Demasiado tarde, era una sirena.
-Intentaremos emboscar antes de que lleguen a la frontera. Órdenes directas de nuestra señora.
-De acuerdo, sigámosla.
Estaba segura de que eran defensores de Karshia. ¿Iban a emboscar para rescatar a Alice de los del frente celeste? Sin darme cuenta se marcharon. Ya estaban muy lejos.
Por fin, recobré el habla.
-Oye Piquito, ¿Qué diablos te pasaba?-Exclamé enfadada.-Se han llevado a Alice, ¿Ahora cómo la rescatamos? Van a emboscarla y no tenemos ni idea de donde están.
Entonces salimos de la cueva, y pude ver mejor el terreno que pisaba. Era rocoso, hostil y triste. No era como me habría imaginado. Quizás esperaba un poco más de verde, árboles con formas extrañas y animales correteando en total libertad. Pero no era así.
Me preocupaba Alice, pero no sabía qué hacer. Rebusqué en mis bolsillos y encontré su cristal, ahora sí que estaba alarmada. Y la mochila con todo lo que nos hacía falta la tenía yo. Ella era una sirena, estaba por tierra y no por mar. Me maldije por no haberla defendido o haber podido hacer algo. Justo cuando iba a maldecir a Piquito, un ser peludo se abalanzó sobre mí, chafándome contra el suelo.
-¡La tengo! ¡La tengo!
-Buen trabajo Lucas.-Dijo una voz femenina.-Pero no queremos matarla, solo que se una a nosotros. La necesitamos viva.
La gran bestia se apartó y me ofreció ayuda para levantarme. Era peluda, andaba a dos patas. Era delgada. Tenía un cuerno en la frente y motas alrededor de la cara. La faz no era peluda, incluso parecía muy humana. Era un cuerpo muy alargado y estilizado.
La mujer era humana, tendría unos treinta y muchos pero se cuidaba bien. Tenía el pelo corto y liso. Los acompañaban otros dos. Un humano más panzudo y viejo, y otra criatura más musculosa. Esa criatura parecía tener mucho entrecejo, andaba un encorvado, casi a cuatro patas. Su piel era de un tono grisáceo. Tenía unos ojos muy verdes.
-Somos el frente Celeste. Bienvenida a Kormun.


sábado, 28 de julio de 2012

7.La desaparición.


Nadie daba crédito a lo que había pasado. Era una desaparición muy extraña, que había dejado a todos atónitos y alerta. Fue todo un escándalo que obligó a que el centro echase el cierre. En Westforest, el nombre que daba honor y prestigio a uno de los internados más famosos del país, las cosas habían dejado de ser normales. Dos alumnas desaparecidas, unas alumnas enfermas con piel moteada verde, otras con habitaciones infestadas de plagas de todo tipo…De ser un centro respetable, pasó a ser un centro deplorable. Vino prensa de todo el país solo para emitir imágenes de lo que algunos padres comenzaron a denunciar. Nadie supo explicar con certeza todo aquello. Petunia, la primera alumna que había padecido todo aquello, fue la única que expuso lo que ella había visto. Decía que había sido testigo de algo increíble, pero nadie la creía.

-¡Es cierto, de verdad!-Se excusó.

-Cielo, es posible que tu enfermedad te haya provocado esas alucinaciones, que tú estés muy convencida de ello pero…

-¡Qué no! ¡No me habéis dejado ni acabar!-Protestó.

-A ver, aparte de todo eso que has dicho de que las dos desaparecidas, que ellas te hechizaron en el pasillo…-Se escucharon unas risas de unos periodistas.- ¿Qué más viste cielo?
Su madre la apoyaba, aunque sabía que todo aquello no podía ser cierto. Ni mucho menos. Acariciaba su melena de color rubio apagado, por culpa de la enfermedad, para darle toda la comprensión posible.

-Vi que entraron al bosque, por la noche. Una de ellas se transformó en sirena. Como pasó todo aquello, yo decidí bajar. Tras caminar mucho, llegué al bosque y encontré a Alex matando a una bestia. No sé cómo lo hizo si no tenía cuchillo, bueno, pues eso. Esa bestia no era normal. Cuando avanzó con una lechuza en brazos, parecía herida, no sé, me acerqué al monstruo. Era deforme, muy grande, con varios ojos destrozados. Tenía como seis o así. Y la sangre era de color lila. Tenía muchos dientes desiguales y sobresalían… Daba mucho repelús. Bueno, yo seguí a Alex. Estaba totalmente herida. Sangraba por el brazo un montón, y puso la mano en un río muy raro…brillaba y tenía como gotitas flotando. Y cuando la sacó la tenía sin nada de nada. Apareció Alice, con su cola de sirena, se fueron corriendo. Me costó seguirlas pero…llegué. Y justo cuando llego, estaban flotando en una burbuja que explotó y despareció con ellas dos.
En la habitación del hospital reinó el silencio. 

-Bueno, ya está bien de preguntas para la presa por hoy, dejen a la chiquilla descansar. ¡Vamos, largo!-Exclamó el feje de policía, que había acudido allí en persona para escuchar la versión de la niña. Algunos periodistas al salir le dieron el pésame a la familia, otros se marcharon riéndose a carcajadas sin dar a crédito que trabajan para escuchar a una niña que sufría de alucinaciones. 

-¿Cree que dice la verdad?-Quiso saber el padre de Petunia, que hablaba bajo para que no los escuchasen su madre y sobretodo, Petunia. 

-No es fácil afirmarlo cuando está pasando por una enfermedad que desconocemos.-Hizo una pausa.-Pero, le diré una cosa, ya vivimos aquí hace diez años algo muy similar.

El hombre sacó su paquete de tabaco y salió de la habitación para fumarse su cigarrillo en el parking de coches. El padre de petunia dudó por un instante, pero luego lo siguió hasta allí para seguir hablando del caso.

-¿Qué quiere decir con eso?

-Los padres de esa chiquilla desaparecieron hace diez años. Una vecina de aquella mujer empezó a padecer de esa enfermedad. Aunque, no hubieron plagas. Eso sí que es nuevo…-Se llevó el cigarrillo a la boca, y respiró por el cigarrillo. El padre tuvo que toser, porque se tragó el humo de golpe.

-Perdone señor Tom, intentaré fumar hacia un lado.-Gruñó algo molesto por la reacción.

-¿Van a archivar el caso?-Quiso saber con urgencia, reponiéndose de la nube de humo que la había atacado antes.

-No creo, es la segunda vez que se repite algo parecido. Pero si no encontramos las pruebas que verifiquen la versión de su hija...

-Comprendo.-Agachó la cabeza preocupado.

-No se preocupe, esta vez seré yo quien revise el caso en persona. No se me escapará ni una.-Quiso alentarlo, echando otra bocanada de humo de tabaco. Puso su mano en su hombro.-Haré todo lo que esté en mis manos para saber qué le ha pasado a tu hija, Tom.

-Gracias.-Agradeció, aguantándose la tos por culpa del cigarrillo. Observó como el feje de policía se marchaba de allí con su coche. Se rascó la cabeza inquieto, si era la segunda vez, no podía ser coincidencia. Pero, ¿por qué cada diez años?

Mientras tanto, en la sala de interrogatorios estaba la abuela de Alexandra, dispuesta a contestar cada una de las preguntas que necesitasen para encontrarla. Necesitó pedir varias veces un pañuelo, porque los llenaba todos a lágrimas. 

-Veamos, cuénteme todo lo que sepa.

-Ya les he contado todo lo que sé. Miren, desapareció sin más…Como mi hija. 

-¿Está segura de que nos contó todo? ¿No se olvida de nada?-Presionó el policía.

-¡Ten un poco más de corazón Joel, ha perdido a su nieta!-Le replicó Melody, la encargada de que Joel no destrozase a las familias en los interrogatorios, y entonces la mujer echó a llorar sin consuelo otra vez. Se acercó a ella y la abrazó, y por fin la señora se tranquilizó un poco. Joel dejó escapar un bufido, al que Melody respondió con una mirada asesina. 

-Estamos haciendo lo posible por encontrarlas a ambas, pero necesitamos información. Ahora que se ha repetido el caso, podemos encontrar más pistas que destapen al culpable de todo esto. Dígame, ¿vino a visitarla unas horas antes?-Dijo con dulzura y comprensión.-cualquier detalle, lo que sea…Puede ser crucial para la investigación.

La mujer respiró y se mantuvo pensativa durante unos instantes.

-Sí, vino a verme unas horas antes. Tal y como hizo mi hija con su marido, antes de ir a recoger a Alexandra hace diez años.-Los dos policías notaron que poco a poco se le quebraba la voz.-vino diciéndome que me echaba de menos, Alexandra me prometió que no volvería a escaparse de allí…

-Usted y ella entonces mantenían un vínculo muy fuerte, ¿verdad?-Quiso saber para ir comprendiendo la situación.

-No…Desgraciadamente fui muy dura con ella. La inculqué desde que la tuve en mis manos para que no se le metieran tonterías en la cabeza. Pero no lo conseguí. Como no lo conseguí con mi hija. 

-¿Cómo era el ambiente en el hogar?

-Su abuelo…Mi marido. Siempre llegaba tarde. Casi nunca estaba por casa. Temo que sea por la bebida o…-de pronto bajó la mirada.-Me temo que ella nos habrá escuchado más de una vez discutiendo.

-¿Y el ambiente en clase?

-Ella siempre traía unas notas excelentes. Nunca tuvieron problemas de desobediencia con ella, siempre iba bien y llevaba todo al día…

-No ese ambiente, me refería a sus amigas. ¿Ha mantenido con tacto con niños y niñas de su edad durante su crecimiento?

La mujer no sabía que contestar, se quedó mirando con la boca abierta pero la cerró y la mirada se le perdió.

-Yo…yo…ella sacaba buenas notas.

-Le han preguntado, haga el favor de contestar.-Se entrometió Joel.

-No me dijo nunca nada. Era una niña muy tímida y callada…

-¿Y qué me dice de Alice? ¿La conocía?-Preguntó de nuevo Melody, volviendo a tomar las riendas el interrogatorio.

-No, no lo sé.

Se produjo un silencio. 

-¿A qué hora fue a visitarla su nieta?-Preguntó de nuevo Joel.

-Sobre las…cinco.-Contestó dubitativa. 

-Vale, muchas gracias. Puede marcharse.-Le permitió Melody.

Una vez la mujer se incorporó, con su inconfundible estilo regio, y cogió su bolso se encaminó hacia la puerta.

-Hagan lo que puedan por encontrarlas. Se lo ruego.

-Lo haremos.-Afirmó Melody con una media sonrisa.

La señora se marchó y la puerta se cerró tras ella.

-Es sospechosa.-Atacó Joel.

-¡Es inocente! -Defendió Melody.

-Todos en esta investigación son sospechosos, hasta que se demuestre lo contrario, ¿Ha quedado claro?-Intervino en la sala el feje de comisaría. Todo quedó en completo silencio con su presencia y sus aires victoriosos de superioridad.-Quiero que salgáis al bosque para investigar todo lo que podáis. Necesitamos todas las pruebas posibles. No me falléis.

-Pero, George… Aún faltan los padres de la otra muchacha por interrogar…-Mencionó la agente perpleja. 

-Yo mismo me encargaré de ellos. ¡Vamos, andando!-Ordenó echándolos de la sala de interrogatorios.

Una vez estaban lejos, George aprovechó para acomodarse en la silla y bostezar. Abrió una pequeña libreta, en ella tenía apuntadas millones y millones de cosas. Estaba tan llena que casi no le quedaban páginas libres, y cada una de ellas las aprovechaba al máximo. Al abrirla, cayó una foto deslizándose en zigzag hasta caer por el suelo. Se agachó para poder recuperarla y le dio la vuelta. Sus ojos se llenaron de brillo y melancolía. Tragó saliva. Le costaba mantener el corazón en su sitio y con su pulso correcto. Se apoyó en la mesa, propinándose un masaje en las cuencas cerradas de sus ojos. Suspiró con fuerza. Quiso llenar con aire todo aquello que en su interior había sido saqueado por el paso del tiempo y por delincuentes. Aún, con el corazón en un puño, se armó de valor para ver de nuevo la fotografía. Sus manos temblorosas le dificultaron aún más la tarea, que llegó a acabar. Allí estaba, su mujer. Con una sonrisa de mejilla a mejilla. Con sus cabellos rubios rizados, sus ojos esmeraldas y sus curvas bendecidas por la juventud del momento en el que fue tomada la fotografía. Pasó su dedo índice por las mejillas de la joven, con mucha ternura y melancolía.

-Oh, Jane…Jane.-Sus lágrimas, que por mucho que intentara apaciguar, asomaban por las cuencas de sus ojos lagañosos y arrugados.- ¿Dónde estás Jane?

Hizo un esfuerzo, sacó su paquete de pañuelos para secarse las lágrimas y sonarse su sonora nariz y detuvo su llanto. Odiaba que esta pesadilla se estuviera repitiendo con dos niñas, tal y como sucedió hace diez años con su esposa.

Entre tanto, los dos agentes de comisaría, acudían al bosque. Estaban sorprendidos, jamás les habían encargado una misión de investigación real en un entorno tan complicado de rastrear. No tenían ni idea de por dónde buscar, pero, como esa noche había hecho mucho frío tuvieron que darse prisa en su tarea. Al menos, si aún tenían la esperanza de encontrarlas con vida. 

-Oye, ¿crees que…?-Quiso preguntar Joel.

-¿Qué eres idiota? Sí, sí que lo creo.-Respondió Melody, a lo que Joel le devolvió una mirada severa.

-No decía eso. Decía que si crees que seguirán vivas. 

-Pues no lo sé. Seguro que están bien. Se habrán escapado como hacen las niñas de su edad. Si yo estuviese en un internado como ese, con los escándalos que ha habido, yo también lo habría hecho. Aunque, si se trata de un secuestro…

-Las familias son muy adineradas.-Añadió.

-Sí. Mucho. Si son secuestradores saben lo que hacen. Pero seamos optimistas, por favor.
Anduvieron un buen rato, siguiendo lo poco de pisadas que quedaban por el bosque. No encontraron nada interesante hasta que las pisadas de una de las dos chicas habían desaparecido. Parecía que la arrastraba. Sin embargo, la forma era muy singular, como si la hubiesen amordazado. 

-Hey, mira esto.-Señaló Joel, sacando una lupa para ver con mejor detalle el rastro.

-Casi parece el rastro de una serpiente…Mira, se dirige hacia allí. Vamos.

Después de tomar unas fotografías de la metamorfosis de las huellas, las siguieron con cautela, pero cuando chocaron con el río perdieron aquellas que se habían transformado. Tampoco había marcas de las otras huellas, al menos, hasta mucho más adelante, como pudo comprobar Joel.
-Esto no me cuadra. ¿Y si eran las huellas de las dos niñas metidas en un saco?-Melody se incorporó y resbaló con el hielo que había en la orilla del río helada. Joel dejó escapar unas risas, a lo que su compañera reaccionó con un buen cabreo con lo que le envió una bola de nieve estampada en su cara. Ella tenía buena puntería. El chico se acercó para ofrecerle ayuda para incorporarse.

-¿Estás bien?-Quiso saber apartando las risas.

-Sí…Estoy bien.- Ambos se quedaron mirándose el uno al otro, cuando de pronto resbalaron al suelo los dos, uno encima del otro.-Bueno, ahora ya no. Me estás chafando… ¿Te importaría quitarte de encima?

-Puede.

-¿Puede, cómo que quizás? ¡Aparta!.-Replicó intentando levantarse, pero se encontró con la mirada juguetona de su compañero. Sus mechones rubios colgaban y se posaban con delicadez en su frente. Rozó con su nariz la de su compañera.

-Déjame invitarte a algo. Esta tarde.-Esbozó una sonrisa perfecta, que hizo que sus fracciones masculinas se viesen aún más favorecidas.

-Ni…Lo…Sueñes.-Dijo Melody, que trataba de disimular su rubor con la bufanda. Ella estaba fijándose en sus ojos grises claros. En ellos, se reflejaban sus ojos totalmente oscuros y su melena negra. Joel, ante la respuesta  negativa, puso morritos, abrió sus ojos un poco para parpadear varias veces. 

-Por fa.-Insistió.

-¡Eh, tortolitos, iros a un hotel! ¡Que nosotros que estamos trabajando!-Replicó otro de los compañeros del cuerpo policial. 

Ambos esbozaron una sonrisa.

-Anda, súbeme.-Le pidió con una sonrisa.

Él hizo lo propio y la ayudó a incorporarse, después de que él lo consiguiera. Se encaminaron hacia las huellas solitarias al parecer, de una de las chiquillas. De pronto, se toparon con otras huellas, que bien parecían las de dos pies que iban hacia al lado contrario. Pero eran pisadas un poco deformes.

-Por la inclinación de la nieve en la huella, pensamos que estaba andando al revés. 

-¿Para qué iba a hacer semejante estupidez?-Quiso saber Melody escandalizada.

-Quizás era fan de Michael Jackson, o tenía los pies deformes, o quería despistarnos. 

-O quizás era un monstruo.-Puntualizó ella con un tono irónico destacable. 

-No seas mañaca...-Comentó el compañero siguiéndole la broma.-Fuera lo que fuera...Tenemos más trabajo allí arriba.

-No sé si quiero verlo. Siempre que lo dices con esa cara…

Avanzaron con el gesto serio, observaron los árboles de alrededor, que parecían rasgados con fuerza. Todo aquello nos llevó a un claro del bosque, y allí…

-Lo hemos encontrado tapado con capas de nieve. Por desgracia, no quedan tejidos de carne muy identificables…Habrán sido los lobos o los osos…

Melody se tapó hasta la nariz con la bufanda. Joel en cambio, aguantó el hedor para poder aproximarse a los restos e identificarlos.

-¿Cómo pueden haber lobos y osos por aquí?-Quiso saber Melody, que tuvo que elevar un poco la voz para que se le entendiese.

-Estamos en un espacio natural, cerca de un lago y un río, rodeados por montañas, Melody.-Contestó el agente. 

-Estos huesos no son normales…-Intervino.-tienen cuernos, y sobresalientes anormales…No había visto nunca nada así. Dudo mucho que sea humano, ni de un oso.

-¿Qué quieres decir?

-Quizás una especie nueva o…No lo sé, vamos a necesitar ayuda de expertos. Pero antes tomaremos unas fotografías y avisaremos al jefe.-Retiró un poco más de nieve y encontró un color tono violeta. Tomó un frasco e  introdujo algo de nieve teñida en el frasco para llevarlo a analizar.

Unos pasos más atrás, había nieve teñida de sangre, de la que también tomaron muestra en un frasco diferente.

-Que caso más raro…No me gusta nada.-Mustió Melody.

-Ni a mi.-Confesó Joel.

Nada sirvió para aclarar las cosas en esos instantes, con cada prueba, se desconcertaban más y más. La inquietud de saber la procedencia de aquel líquido violeta, llevó a Joel a investigarlo por su propia cuenta. Encontró signos parecidos de sangre, como la que habían encontrado más apartada. Sin embargo, este líquido era muy extraño. Parecía sangre, y no había nada, ningún otro caso o muestra que lo confirmase. Pero sí que tenían la certeza de que la sangre roja que habían hallado era de Alexandra Violet. Algo que le cayó como un plomo a su abuela, encargada de cuidar de ella. Todos temían lo peor cuando salió a la luz. Había un goteo de sangre que llevaba al río de nuevo. Nada concordaba. Era un popurrí de pruebas sin sentido que no llevaban a ningún lado. Aquel caso cogió fama, y produjo que uso pocos periodistas extendiesen la noticia por todo el país. Desafiaban a cualquier genio a que lograse descubrir el origen de los huesos, del tinte violeta, y que supiese explicar que había sucedido. El caso caló por todo el mundo, algo que también repercutió en el internado donde estudiaban, aquella mala reputación los llevó a la ruina, y eso que trataron de convencer al público que aquella estancia ya era totalmente segura y confortable, tal y como era antes.


La señora Hudson, abuela de Alexandra, había sufrido esta desaparición dos veces. La primera vez fue la pérdida de su hija Laurens.
Laurens era una niña muy callada, pero muy cariñosa. Era tímida. Le encantaba jugar con la que había sido la madre de Mimí. Tenía las mismas inquietudes que Alexandra; Criaturas fantásticas, monstruos, súper poderes, historias de libros de caballería…Solo que Alexandra no dejó que su abuela viese fácilmente sus similitudes. Aunque a la abuela no se le escapaba detalle. Ambas, hacían visitas al sótano. 

El sótano…
Iban a registrar la casa, estaba segura completamente, tanto, que esperaba sentada en su sillón viejo a que llegara el día. Lo deseaba de ese modo, para que la marea de rumores cesase. Aunque, si ambas habían ido al sótano, quizá ella podría encontrar lo que ellas encontraron útil allí. No tenía anda que perder, así que le pidió a Mimí, que era su única compañía en esos arduos momentos, que la acompañase hasta abajo.
Sentía una gran curiosidad acerca de lo que había allí acumulado tras generaciones de herencia familiar de la gran mansión. Al principio, necesitó habituarse a su ambiente polvoriento y oscuro. También, al agobio que le daba todo aquel desorden y descontrol en aquellas estanterías y baúles. Aquello la ponía realmente enferma, tanto, que llegó a plantearse contratar una chacha que pusiera un poco de orden y limpieza entre tanto caos. 


Se quitó esa idea de la cabeza para poder entrar sin prejuicios entre la marea de cosas inútiles y viejas. Mimí mostró interés por algo que estaba escondido detrás de un montón de cosas. La ayudó encontrarlo, y allí estaba lo que quería encontrar.
-Bien hecho, Mimí.-La felicitó con una caricia.
Lo contempló bien, y tras varios segundos dándole vueltas, lo único legible en toda aquella portada era Karshia


Parpadeó perpleja, sin dar crédito a lo que había en el interior de aquellas hojas. Dibujos, palabrerías extrañas, más dibujos, más Karshia por aquí y por allá…
Cerró el libro de golpe y algo cayó algo de su interior, provocando que Mimí acudiese a capturarlo con sus zarpas.
-Déjame ver, Mimí.-Le pidió retirando sus suaves patitas. Era un cristal de color azulado, pero era muy pequeño. Pensó que era un simple trozo de cristal y lo tiró. Pero Mimí insistió y se quedó contemplándolo, como esperando algún acontecimiento. Eso le renovó el interés a la señora Hudson para recuperar el diminuto objeto. Se fijó bien en su interior. Creyó haber visto una ciudad reflejarse en su interior y se sobresaltó. 


-No creo que esto me ayude a leerme este libro…Mimí.
De pronto, el cristalito se iluminó. También lo hizo el contorno del libro que estaba tocando con los dedos. Miró el efecto que producía el tacto de sus dedos en el libro y disfrutó como si fuese una niña otra vez. 


Todo esto debe ser una alucinación… o un sueño.”Quiso justificarse, intentando mantener la cordura.
De pronto, se percató de que todo aquello que había escrito en la portada, lo entendía. El libro hablaba de una leyenda sobre…Karshia.


-Karshia, Karshia, Karshia…Esto lo he oído antes.-Hizo una mueca de rabia, porque la memoria empezaba a fallarle. Conocía esa palabra de hacía tiempo. Pero no daba con aquello de lo que quería acordarse.
Guardó aquel libro, junto con el cristal, a buen recaudo. Lo escondió en un lugar en el que no se les ocurriría buscar. Cuando amainase aquella marea de periodistas, policías, detectives, vecinas murmurando…Lo volvería a sacar de su escondite para poder leerlo con tranquilidad. A pesar de no poder efectuar su lectura, tal y como deseaba, se sintió llena de satisfacción. Aquello era el principio de una victoria. Una victoria contra el tiempo en el que había sido burlada por su hija y su nieta. 

El gran secreto familiar dejaría de ser un secreto. Y más ahora que ella poseía la llave para llegar al corazón de Kormun. Aunque, aún desconocía todo aquel mundo, y la forma de llegar.


6.El bosque.





Al terminar de convencer a mi abuela de que me quedaría en el internado, sin desobedecerla más, cumplí aquello que le dije con mis palabras. Aunque me dejó irme con recelo. Al final mandó a mi abuelo a que me devolviese al internado en coche. Sin embargo no ante los ojos de la directora, cosa que agradecí profundamente. Esperé a entrar cuando mi abuelo se fue con aquel coche destartalado. No mantuvimos ningún tipo de conversación. Ni tan siquiera visual. Fueron unos largos minutos de tensión e incomodidad que ni la música de la vieja radio lo remediaba. Él siempre tenía su música country sonando. Hasta yo me sabía cada una de las canciones que ponían. Sin darme cuenta había empezado a tararear alguna una de aquellas canciones. Mi abuelo me acompañó. Fue uno de los momentos más raros de mi vida. No me atreví a decirle nada. Ni tan siquiera  a comentar de cómo estaba el tiempo. Nada de nada. Pero si que le di un beso en la frente antes de bajar del coche. De algún modo tendría que despedirme. No le iba a ver en diez años.
Una vez bajé de aquel coche le miré por última vez, marchándose por aquella carretera abrazada por una extensa arbolada. Respiré profundamente, y desaparecí de aquel lugar, como si fuese ceniza, para aparecer en la biblioteca. Allí sorprendentemente estaba Alice. Me preguntaba que haría allí si debía estar en cama reposando.


-¡Qué susto Alex, avisa cuando llegues!-Exclamó cuando se dio la vuelta y me encontró allí plantada.


-Em… ¿He llegado?


-Muy graciosa…-Y se volvió a dar la vuelta para continuar su lectura. Al parecer ya sólo le quedaba por leer ese libro. Me sorprendió la rapidez con la que lo hizo. La vi con su cola de sirena allí sentada, como si nada, por lo que no pude aguantar aquella tentación de saber cómo habría llegado hasta allí. 


-¿Cómo has...?


-¿…Leído todo esto?-Me interrumpió.-Estoy acostumbrada a sacar notas de alumna magnífica. 


-No me refería a eso... Digo que si estabas en la cama con una cola de sirena, ¿Cómo has llegado hasta aquí?


-Ah, eso.-Dijo con una sonrisa. Extrajo el cristal y me lo enseñó.- Me desplacé en segundos.
Me guiñó un ojo, entonces yo comprendí que se trataba de aquello que yo acababa de utilizar para llegar directamente a la biblioteca. Tomé asiento y cogí a ojo uno de los libros que había sobre la mesa.


-Está pasando todo tan rápido… Necesito rumiar todo esto, y esta misma noche nos vamos a Kormun.-Comenté mientras pasaba esas hojas polvorientas.


-Tendrás tiempo de asimilarlo y creértelo allí. 


-O no. ¿No somos muy jóvenes para hacer esto?


-Puede que sí, o puede que no. ¡Quién sabe! Yo me muero de ganas por ir. 


-Pero… ¿Volverás? Esa es la pregunta que me hago yo, entre otras, porque a ti te veo muy entusiasmada, pero aún no te he visto con intenciones de volver. 


Paró un momento su lectura y alzó la cabeza para mirarme. 

-Claro que volveré.-Finalmente contestó.- Ofreceré a mis padres regresar, junto al resto de seres mágicos que conozco. Allí vivirán mejor. 


-Puede que los humanos aún estén en guerra con los seres mágicos Alice.


-En el mar no haremos nada de malo a nadie.


-¿Y si ellos no quieren?


-¡Es mi vida Alex, por dios, no trates de controlarla!-Exigió elevando la voz. 


Entonces agaché la cabeza. Contemplé aquellos libros. Parecían mucho más completos que los que tenía en el sótano. Éstos se extendían más en sus costumbres, diferencias entre las mismas razas, las razas, los edificios, los territorios, las primeras guerras…Pero era información bastante obsoleta echándole un vistazo a la fecha en la que se escribieron esos documentos, y eso me hizo dudar en si hoy en día Kormun tendría el mismo aspecto, las mismas costumbres…


-Bueno, algo tendremos que hacer para que no sospechen nuestras familias. No podemos desaparecer sin más durante diez años. ¿No?


-Se me ocurre algo perfecto, Alice. Fingiremos que Ashley nos mata, así tendrán su merecido.-Dije con una gran sonrisa.


-Creo que es una venganza un poco fuerte.-Replicó.- Además,  ¿cómo lo hacemos? ¿Y cuándo volvamos? No tenemos tanto tiempo para organizar todo eso.


-Tienes razón…-Tuve que admitir a mala gana.-Pues, podríamos fingir un secuestro.
-No, no es buena idea.-comentó pensativa.-cuando volvamos tendremos que culpar a algún inocente y al investigar de darán cuenta de que no hay prueba alguna…Nos podemos meter en un buen lio. 


-Entonces mejor desaparecer sin más. Ya nos inventaremos algo cuando volvamos. ¿Te leíste todos los libros?


-Sí, ya estoy mucho mejor informada. Creo que gracias al cristal podremos hablar sus idiomas. Allí los humanos escriben y hablan el Harske, y los seres mágicos en Arcano. Aunque no nos vendría mal un mapa de allí.

 
-No te preocupes, me encargué de conseguir uno. Y munición, no sabemos aún lo que nos encontraremos allí para comer.-Extraje el mapa de la mochila.


-¡Perfecto! Me pregunto de dónde sacarás tantas cosas…-Contempló el mapa.-Vaya…Así es Kormun…En estos libros faltaba esto.


-O eso esperamos, si no, estaremos perdidas.


-Mira, aquí debe estar el frente celeste, y aquí.-Señaló una isla que había en el centro de un lago.-Y aquí arriba señaliza que es territorio de humanos. Allí abajo, donde abundan más los árboles y los terrenos montañosos los seres mágicos. Por cierto, ellos se hacen llaman los “defensores de Karshia.” ¿Suena bien el nombre, eh? Y…esta pequeñita franja, debe de ser el límite entre ambos territorios. Vamos, la frontera.


-¿Dónde crees que apareceremos?


-Pues eso no lo sé, pero suponiendo que éste sea el dichoso mapa, podremos llegar justo en la isla del frente celeste. He leído como son, y creo que nos encantará.- Afirmó con entusiasmo.
Preparamos pues, todo lo que nos haría falta. Una brújula, linterna a manivela, cerillas, nos hicimos unos collares para poner el cristal siempre cercano a nosotras, preparamos abrigo, prismáticos, dos cuchillos…


Con tanto ajetreo, había olvidado vengarme.
Les dejé un regalito en la habitación para que lo disfrutasen. Atraje a ratones, arañas, cuervos y cucarachas a aquella habitación y cerramos la puerta. Ella mientras tato, terminó su lectura.
Al fin, se hizo de noche. Entonces, nos encaminamos por el bosque. La luna se lucía en aquel cielo raso completamente estrellado. Tuve que hechizarla de nuevo, y no tardó en volver a transformarse. Alice no podía desplazarse bien por la nieve. Arrastrase a través de ella como una serpiente le suponía helarse.
 Ella decidió emprender el camino por un rio cercano, por fortuna aún tenía suficiente caudal para que ella lo cruzase sin dificultad aunque estaba levemente cubierto de cortezas heladas de vez en cuando tenía que pasar rozándolas. Y, como llevaba tanto tiempo sin nadar, se embaló como una bala.  Tanto, que no pude seguirle el ritmo. Por la vera del rio se me hacía difícil pasar. Llegué a resbalar en dos ocasiones, por culpa de las placas de hielo que se formaban entre las rocas. Aquello me recordó las magulladuras que aún tenía después de la paliza.
 
No tuve más remedio que seguir el caudal del río desde el interior del bosque. Pronto, comencé a arrepentirme de la ausencia de Alice y me adentré demasiado en el espesor del bosque. Ya no sabía por dónde quedaba el río, me había perdido. Maldije que ella se hubiese quedado con la mochila, porque si necesitaba la chaqueta no la iba a tener. Por suerte, aquella mochila era totalmente impermeable y su interior no se mojaría.  
Había que llegar a un lugar que nos resultaría mucho más fácil llegar a una zona óptima para viajar a Kormun. Pero estaba en desventaja porque no tenía ni idea de qué sitio podría resultar buena para un viaje de ese calibre. Alice sí, y la había perdido de vista.
Empezaba a hacer mucho frío. Me empecé a arrepentir de haber dejado mi chaqueta en aquella mochila. El bosque tenía hoy un aspecto diferente. Hoy no se oía nada. Y la oscuridad en el bosque se hacía notar más, la luna llena estaba tapada por dos nubes inoportunas. Yo comencé a tiritar. En aquella zona, parecía que los árboles eran mucho más grandes y frondosos. Todos ellos, bañados en una capa blanquecina, siendo privados de su color original. Sentía como los árboles se comunicaban conmigo y como los seres nocturnos dueños de ese bosque, me observaban desde las penumbras en el más absoluto de los silencios. 

Había algo que me llamaba en mi interior hacia el corazón del bosque…
Parpadeé perpleja, tenía la sensación de todo aquello ya lo había vivido antes. Miré angustiada, sentía una mirada fijada en mí desde la oscuridad. No pude ver nada por culpa de la oscuridad. Mi cristal brillaba demasiado, y lo agradecí porque de ese modo tendría algo más de claridad, pero también me maldije porque con esa oscuridad atraería aún más a cualquiera de los seres que me estuviesen espiando. En especial en ese, que no apartaba su vista de mi. 

Se me congeló el aliento, cuando escuché algo que rompió el silencio perturbador del bosque. Un ruido de cadenas chirriantes. Noté perfectamente su presencia. Examiné de nuevo el bosque, un poco más alterada. Cada vez, ese ruido, era mucho más perceptible y cercano. A ese chirrido se le sumaban unas pisadas en la nieve que me desconcertaban. Mis latidos se aceleraron, apresuré mis pasos de golpe hacia ninguna parte. Empecé a escuchar sus gruñidos y su respiración profunda. De pronto, un grito desgarrador hizo eco por todo el bosque. Ladeé mi cabeza por un momento, sin aflojar mi paso en ningún momento. Unos ojos brillantes entre las sombras me atravesaron como una flecha. Allí estaba, la criatura que atormentaba mis sueños. Mi grito de terror debió retumbar por todo el bosque, porque lo hice con todas mis fuerzas. Mucho más aterrador, mucho más grande, y algo más rellenito de lo que imaginaba. Quise pensar que era otra horrible pesadilla, pero no tuve suerte, porque era del todo real. Comenzó aquella persecución, y cada vez le tenía más cerca.
A lo lejos, visualicé el claro del bosque. Escuché, como en el sueño, cómo se chocaba con los arboles. Pude agradecer al fin que la luna dejara de brillar en esos instantes. Y también que fuese deforme, y se moviese con dificultad. Presté mucha atención al suelo. Porque no quería cometer el mismo error que se repetía en mis pesadillas. Salté justo en la parte dónde debía estar aquella raíz. Evité tropezar con ella. Esperé a la criatura en medio del claro del bosque. Quise tranquilizarme y armarme de valor para deshacerme de aquella bestia. Pero me quedé en blanco.

La criatura me alcanzó y se abalanzó sobre mí. Al haber cambiado el destino, ya no sabía que iba a ocurrir. Quizás lo debía haber seguido al pie de la letra. Me maldije, porque ahora tendría que improvisar, y no tenía más vidas que ésta. Activé un escudo de protección, que no le resultó difícil romper cuando su marca violeta se iluminó. Aquello me pilló de sorpresa. ¿Cómo era posible?


-¡Déjame!-Exclamé tratando de evitar que me hiriera. Forcejeé con él, pero estaba muy débil como para plantarle cara físicamente. Sus garras se clavaron en mi mano. Yo voceé del sufrimiento. Dolía mucho más de lo que mis pesadillas relataban con pelos y señales. Me era imposible aguantar, y al ver la sangre que iba derramando lentamente casi me desmayaba. Nuevamente, maldije que fuese Alice quien llevase la mochila. Si hubiese tenido un cuchillo a mano...
Tenía tan cerca al monstruo, que podía diferencias perfectamente como arrugaba sus fracciones para emitir gritos desagradables. Podía apreciar un leve color rojizo en sus ojos, sus dientes amarillentos, y su fétido aliento,…Me resultaron tan repugnantes, que traté de nuevo deshacerme de él. Pero fue en vano. Descubrió mi sangre y me lamió con frenesí. Pareció ser de su agrado. Comenzó entonces el proceso, para transformarme en una de su especie. Pero resultó que el sueño era mucho más llevadero que en la realidad. La criatura perdió mucho el control. Debió gustarle demasiado mi sangre, porque me lamió por todo el cuerpo, llenándome de babas. Recodé el repelús que me hacía la lengua de Mimí en mis  mejillas y la añoré. Le vi demasiado excitado y mucho más agresivo que en el sueño. Intentó desprenderme de mi ropa para poder disfrutar mejor de su banquete, o eso creía que quería, porque sus intenciones eran tan inciertas como confusas. Me hería, me saboreaba, frotaba su cabeza poco peluda con la mía… El Lakedo me aplastaba contra el suelo con su sorprendente peso, casi me dejaba sin respiración. De pronto, me armé de valor. Y utilicé mi uñas para apartarlo de mi, hundí mis dedos en las cuencas de sus ojos con todas mis fuerzas. Lo que me salpicó sangre de color púrpura y provocó que el animal se alterase de nuevo y con mayor fuerza. Aquella sensación me resultó extraña, jamás había herido a nada ni a nadie de aquella manera tan bruta y basta. Sin embargo, ante mi ataque improvisado, regeneró unos ojos nuevos. Me pareció verlo sonreír. Procedió a olerme y lamerme en mi vientre. No había visto nada más repugnante en mi vida. Lo hizo con paciencia, mostrando totalmente su lengua bípeda. Parecía que incluso lo hiciese con cariño. De pronto, tomó impulso y se dispuso a morder mi barriga con la boca bien abierta. 

Por fin, escuché el ave. Se aproximó como un rayo y se lanzó contra la bestia. Por fin, noté algo de espacio cuando la criatura retrocedió con torpeza.
Allí los vi a los dos. Forcejeando, aunque el ave, que resultó ser aquella lechuza que me salvaba el pescuezo en todas mis pesadillas, era mucho más hábil y astuto que la bestia. Ésta perdió sus otros dos ojos que había regenerado. Pero algo salió mal, el Lakedo le propinó un golpe que el ave no vio a tiempo para reaccionar. Fue golpeada y cayó al suelo en picado. Trató de incorporarse pero no lo logró. Cuando la bestia regeneró de nuevo otros dos ojos, y fue a rematar al ave, sentí un impulso de empatía.


“Pueden morir, por sobrecarga de magia puraMe repetí a sí misma.


Arranqué el collar que colgaba de mi cuello con ira y me lancé contra la bestia. Ésta se dio cuenta de que iba a atacarla y se lanzó contra mí en modo de defensa. Su marca violeta se iluminó. Ahí estaba. Emití un grito de guerra para atacar al Lakedo. Una vez estaba lo suficientemente cerca, hundí el cristal en aquella marca, y mi brazo con él.
El cristal de Karshia se iluminó, y la marca violeta también. Aquella bestia reprimió un grito de tortura.  Me propinó un golpe fuerte, que me obligó a caer al suelo, con el cristal en mis manos. Pero ya era tarde para el animal. Pronto, se vio obligado a retroceder, totalmente aturdido. Entre gritos de desesperación,  cayó rendido al suelo.
Al fin, lo había derrotado, y podía presumir que lo había hecho con mis propias manos. Respiré aceleradamente y me acerqué desde el suelo para comprobar que la bestia estaba muerta. No hizo falta, porque la sangre de aquel ser se había extendido por la nieve, tiñéndola totalmente de un tono violeta. 

Le lacé una mirada a la lechuza. Era mucho más blanca que en el sueño. Tenía unos ojos negros que me examinaron y me juzgaron con atención. Después de incorporarme, me acerqué a ella, parecía asustada y confusa.


-No temas, no voy a herirte, estás a salvo.


Me agaché y la abracé en mis brazos. Ésta, emitió un ruido de queja. Parecía que su ala estaba rota. Yo tampoco olvidé mi brazo, que pronto acabaría desangrada si no me curaba.


-Vamos a curarnos.-Le dije mientras recordaba en el sueño que era el ave quién me guiaba. Al no ser posible esta vez, me guié por mi instinto y los sueños que tan repetidas veces había tenido. Tras un rato de camino, llegamos al río. Con cuidado de no caer, dejé al ave en el suelo.
El agua de aquel río parecía de de cualquiera normal. Me pregunté si era aquella parte del río la que debía usar. De pronto la luna se dejó ver entre el ramaje de los árboles y el cristal reaccionó iluminándose más. Sin embargo al estar manchado de sangre de Lakedo, su brillo era violeta. El ave se asustó e intentó alzarse en el aire, por lo que volvió a emitir un sonido de queja. Ante la reacción del ave, hundí el cristal en el agua helada del río. Limpié la superficie del cristal, devolviéndole su brillo original. 

De pronto, el río también comenzó a desprender un brillo especial. Del río, se desprendían pequeñas gotitas que flotaban en el aire. La respiración del bosque se intensificó, y los que estaban más próximos al río, desprendieron ese color característico azulado del cristal. El ave me miró atónito, confuso, alterado.
Cogí un poco de agua con mis manos y la derramé sobre el ala que tenía mal. Ésta se iluminó y volvió a su estado original. Al comprender lo que acababa de hacer, hundí mi mano herida en el río. La mantuve un buen rato allí. La marca que el Lakedo tenía en su pecho se había marcado en mi muñeca, y se iluminó con fuerza. Aunque poco a poco fue menguando su intensidad. Dolía, pero logré que toda aquella sangre del Lakedo, despareciese. La marca ya no estaba, y las heridas sanaron. Cuando saqué la mano del caudal helado, la observé bien bajo la luz de la luna, que ahora era intensa.  No había ni rastro de aquella marca, lo cual me sorprendió. El cristal aún brillaba con más fuerza que antes. Recordé que había roto el nudo que utilizaba para colgármelo del cuello. Lo volví a hacer con paciencia. Al acabar lo colgué en mi cuello. El animal mostró interés por el fragmento, tal y como solía hacer Mimí. 


-Veo que te gusta, ¿eh amigo?...o amiga. ¿Qué eres?-Quise saber ofreciéndole la mano para que se subiese a ella. El ave entendió perfectamente mi movimiento.- ¿Cómo te llamas pequeñín?


Alzó las alas y emitió un sonido que retumbó por todo el bosque.


-Siento no entender tu idioma… ¿Puedo ponerte un mote?-Entonces el ave me miró y asintió con la cabeza con unos movimientos muy graciosos.-Veamos… ¿Plumitas?


Negó con la cabeza. 


-¿Blanquita?


Negó con la cabeza mucho más fuerte.


-De acuerdo… ¿Qué tal, Piquito de oro?-Esta vez, ladeo la cabeza.-Bueno, hasta que aprenda tu idioma de lechuza, tendremos que conformarnos con ese nombre. ¿Verdad, Piquito?


Asintió con la cabeza conforme. Aquel magnífico ejemplar de lechuza debía ser macho. Una vez leí que las lechuzas hembras eran más pequeñas. Aunque no sabía realmente, me conformé con pensar que era un macho. Era bastante mono, y me resultaron graciosas sus formas de actuar. Parecía entrenado, pero no tenía tiempo de llevarlo a su casa.


-¿Te has escapado? Creo que te estarán echando de menos. Ya puedes irte amiguito, estás curado-el ave negó con la cabeza. Se aproximó al hombro y entornó los ojos al friccionar su cabeza con la mía. Aquello me recordó tanto a lo que solía hacer Mimí…


-¿Quieres quedarte conmigo entonces?-Le pregunté esbozando una sonrisa ante el acontecimiento. Asintió con la cabeza con energía.- Vale piquito, pero yo me voy a Kormun, no sé si te gustará ir…Mi nombre es Alexandra.


-¿Qué haces hablando con una lechuza?-Quiso saber Alice, que estaba cruzada de brazos en el río.


-¡Anda! No te encontraba.-Le contesté.


-no me hace gracia, vamos a perdernos el lugar clave, cuando la luna está totalmente en el centro del cielo.-Piquito reaccionó echando a volar hacia abajo.


-¡Espera!-Lo llamé.


-¡No hay tiempo para…!


-¡Sígueme Alice, creo que nos está guiando!-Eché a correr detrás de la lechuza. Recordando que piquito se hundió en el lago desapareciendo cuando entró en contacto con el reflejo de la luna. 


-¡Pero!... ¡Espera Alex!-Dijo desde atrás Alice que parecía muy malhumorada.


Pronto mis dudas se confirmaron. Llegamos al lago, y allí el ave nos esperaba pacientes. La luna se reflejaba con total claridad sobre ese lago, que tenía las mismas características que el río, solo que mucho más potenciadas. Casi se podía escuchar una melodía, creada por la magia y armonía del bosque. Ante aquel preciso instante, el ave repitió lo que ya había visto en sueños. Alice se quedó sin habla.


-No…es…posible…


-¡Es un portal a Kormun!-Exclamé por ella entusiasmada. La miré y compartimos una sonrisa de emoción y alegría. Nos abrazamos en al agua. Nos cogimos de la mano y nadamos juntas hasta el centro del lago. Justo en el reflejo nos paramos. Nos miramos una vez más, llenas de inquietud. 


-¿Preparada?-Vaciló mirándome una vez más.


-Sin duda.-Contesté.


Sonreímos una vez más. Echamos un último vistazo al bosque, que en esta parte parecía rebosar de vida y esplendor hasta en la noche.


-¿Al frente Celeste?-Pregunté cogiendo fuertemente el cristal y visualizando el mapa en mi mente.


-Al frente Celeste.-Afirmó ella repitiendo mi gesto. 
 

Al fin, nos armamos de valor, y nos pusimos justo en el centro del lago, donde el reflejo de la luna era intenso. En aquel momento, el agua comenzó a iluminarse aún más. En un abrir y cerrar los ojos, mientras manteníamos la vista en la luna. Habíamos sido envueltas por una burbuja de agua. Ésta se elevó, hasta flotar en el aire. Cuando explotó, desparecimos de aquel bosque, de aquel planeta, para abrirnos paso en nuestra propia aventura. Una expedición inolvidable, que enmarcaría nuestras vidas, como la de nuestras generaciones futuras.
En Kormun, nos aguardaban cosas inimaginables. Al fin, habíamos cumplido nuestro sueño.